Hay personas que escriben para dejar constancia, y otras que escriben para sobrevivir. Mario Gonzalo Sosa parece oscilar entre esas dos orillas. Nació y vive en Salta, estudió Letras en la Universidad Nacional de Salta y eligió la docencia como forma de vida: dar clases en la secundaria y en la universidad, enseñar a leer y enseñar a mirar. No se trata solo de un oficio, sino de un lugar en el mundo, una manera de persistir en él. La literatura, para Sosa, no es únicamente un campo académico ni una sucesión de autores y corrientes; es, más bien, un territorio íntimo, algo que se lee con el cuerpo, que se habita en silencio, que se respira como refugio.

Su primer libro, Capturas, parece surgir de esa necesidad doble: detener lo efímero y, al mismo tiempo, permitir que lo cotidiano revele lo que oculta.

Esta publicación se convirtió en la excusa perfecta para realizar esta entrevista.

¿Cómo surgió la idea o la necesidad de escribir los cuentos de Capturas? ¿Cuándo tuviste la idea del libro?

Todo comenzó con la lectura. Tenía ganas de leer y, casi sin darme cuenta, una cosa llevó a la otra. Formo parte de un club de lecturas donde compartimos experiencias con la literatura y nos impulsamos a multiplicarlas. Entre tantos mundos explorados —desde los años de mi formación universitaria— los personajes y las historias comenzaron a entrelazarse con anécdotas y escenas de mi vida. De ese cruce fueron surgiendo ideas que necesitaba exteriorizar (“extirpar”, dije en otro momento), para que dejaran de rondar en mi cabeza.

Con algunos integrantes del Club intentamos lanzarnos a escribir colectivamente, pero el proyecto no prosperó. Sin embargo, esa experiencia fue un impulso personal. Primero aparecieron algunos relatos breves, escritos a modo de juego en respuesta a consignas del grupo. Después vino lo demás. Con la ayuda de lectoras amigas y gracias a un par de talleres virtuales de escritura creativa, logré dar forma a diez cuentos. Quienes me acompañaron con su lectura atenta terminaron por animarme a publicar.

Vos estudiaste Letras y trabajás como profesor: ¿La carrera en la Unsa te dio herramientas como escritor? Y trabajar como profesor, ¿te sirvió para escribir?

Sí, diría que la carrera de Letras me formó primero como lector y, mediante tantos análisis de obras y textos ficcionales y no ficcionales, fui descubriendo distintas maneras de decir las cosas. Sin embargo, la escritura en el trayecto formativo es prácticamente académica. Está en uno aprovechar esta formación para animarse a desarrollar la creatividad.

Gisela, quien es una de mis amigas que me brindaron sus lecturas y además se animó a prologar el libro, me señalaba algo curioso: ella sentía que mi escritura le resultaba un poco encorsetada. Y sí. Después de tanto análisis sintáctico y de formalidad académica, no me resultaba raro haber desarrollado un estilo muy ajustado a normas gramaticales y, graciosamente, a un léxico de paper.

Respecto de mi trabajo como profesor, puedo decir que aportó a la escritura de los cuentos, en tanto algunas historias surgieron de situaciones escolares. En el colegio, encontré muchísimos relatos, escenas y personajes que superan la ficción. Materia prima que no podía dejar pasar: frases que quedaron grabadas en la memoria (éticamente incorregibles), desigualdades que angustian, injusticias que me dejaron impotente y muchos golpes de realidad más crudos que los del mismo género de terror social.

Formás parte de un club de lectura. Primero te iba a pedir que me hables de cómo funciona y cómo surgió esa idea. Después te quería consultar si creés que un escritor lee de manera diferente un libro a otro tipo de lector (como también lee diferente un profesor, a veces).

El Club de Lecturas es un grupo muy lindo, gratuito y abierto. Lo inauguramos unos cuantos profesores y estudiantes de Letras, compañeros de carrera que necesitábamos un espacio para compartir y motivarnos en las lecturas. Después, al poco tiempo y felizmente, fueron incorporándose más personas que no eran del campo literario. Funciona una vez al mes en alguna confitería de la ciudad o en alguna casa ofrecida para la reunión. No solemos leer un libro entre todos (como es común en los clubes), sino que todos leemos libros diferentes, que respondan a una consigna, para poder comentarlos (reseñarlos) y sugerirlos. Nos parece una forma muy enriquecedora para brindarnos un amplio abanico de títulos recomendados. Hasta ahora, llevamos muchos temas explorados a través de la literatura (los sueños, la mujer como protagonista, el tiempo…), distintos géneros (terror, saga, ciencia ficción, novela gráfica…) o nacionalidades-regiones (paraguaya, boliviana, mexicana, africana…).

En el Club, confirmamos que todos leemos de manera diferente. A veces, me veo realizando un análisis literario exprés en las reuniones (por más que no lo quiera hacer, me sale el profesor que llevo dentro) y, en otras oportunidades, me reconozco intrigado por las lecturas que otros integrantes hacen (acaso más sensibles o emotivas de lo que yo podría lograr). Por eso, calculo que un escritor también encuentra su manera de acercarse al libro. Imagino que disfruta de las historias y del lenguaje literario desde la proyección de la propia invención.

¿Qué libros te influyeron?

A pesar de ser alguien que gusta mucho del fantasy desde la adolescencia, la escritura de los cuentos de Capturas estuvo influenciada por otros libros que exploran mundos turbios, de terror y exponen horrores sociales.

Un autor canónico al que tengo como referencia es Edgar Allan Poe. Sus cuentos han marcado mi gusto por el género de terror. A partir de ellos, he continuado inclinándome por producciones que transgreden lo moralmente correcto, que rompen los límites del pudor, que veneran lo macabro, que naturalizan la violencia y que me desestabilizan (más aún) como lector. Así, podría mencionar varios libros -más allá de mis preferencias-, como ser Distancia de rescate y Pájaros en la boca de Samanta Schweblin, Conejo maldito de Bora Chung, Mancha (novela gráfica) de Damián Fraticelli y Maximiliano Amici, Walicho (novela gráfica) de Sole Otero, Las cosas que perdimos en el fuego de Mariana Enríquez, Ladrilleros de Selva Almada, Las malas de Camila Sosa Villada, Las primas de Aurora Venturini o Detrás de las imágenes de Daniel Medina.

Top 5 de libros favoritos

Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez

El cielo de la selva de Elaine Vilar Madruga

Cadáver exquisito de Agustina Bazterrica

Kafka en la orilla de Haruki Murakami

Amo a mi mamá de Chen Xiwo

Siempre fuiste un lector atento con lo que se escribe en Salta. ¿Qué análisis hacés del campo literario provincial o de la región?

Mi verdad es que se me escapan muchas cosas sobre la situación del campo literario salteño. Cualquier observación que podría hacer acerca de la literatura de Salta resulta de una mirada docente que busca conocer producciones recientes para ampliar las posibilidades de un corpus renovado (pensemos ya en el siglo XXI) de autores locales. Sin embargo, esa tarea es difícil por los circuitos de producción y circulación vigentes al día de hoy.

Con la situación política y económica del país y de la provincia, me parece que muchas editoriales suspendieron o restringieron las publicaciones a su cargo. Cualquier iniciativa cultural atraviesa momentos duros con el gobierno libertario. No obstante, el arte persiste y los autores no dejan de producir y de darse a conocer mediante algunas editoriales que no son salteñas, otras  autogestivas o a través de la autopublicación. Así, conozco los casos reconocidos de Mario Flores, Lucila Lastero, Alejandro Luna, Daniel Medina, Fabio Martínez, Maria Belén Aleman, Marco Caorlin, Raquel Escudero y Santos Vergara. A ellos, sumaría tantos otros nombres que no conozco por diversas circunstancias.

Asimismo, los estudiosos literarios no dejan de trabajar, por más vapuleados que estén por un gobierno al que no le interesa la investigación ni la Universidad Pública. De hecho, esperamos ansiosos los resultados de los proyectos que exploraron las emergencias renovadoras en la literatura reciente del NOA, tal como los tuvimos anteriormente con proyectos investigativos previos, también provenientes de la Facultad de Humanidades de la UNSa.

Murakami tiene un libro en el que traza un parangón entre ser maratonista y ser novelista. ¿Hay alguna relación entre escribir y nadar? ¿Entre escribir y bailar tango?

Tanto para un fondista (maratonista o nadador) como para un novelista, sostener una cadencia a lo largo de una extensa carrera es fundamental. Si tuviera que comparar la escritura de cuentos con la natación y el baile de tango, me detendría en dos cuestiones: velocidad y efecto.

Por un lado, un cuentista no necesita hacer fondo, sino que precisa mayor velocidad, reacción y fuerza, sin sostenerlas en extenso. Como en una prueba de cincuenta metros de estilo mariposa, el cuentista (el velocista) debe darlo todo en algo breve; se juega todo en cuestión de pocos minutos o incluso segundos.

Por otro lado, en el baile de tango, muchas piezas musicales cuentan con  algo que se conoce como “variación”, un momento cuando músicos y bailarines muestran sus destrezas con manos y pies. Después de esto, generalmente, el tema termina con un final intenso o inesperado. Con lo descripto, quizás no haga falta agregar nada más para recordar la tensión y resolución que debe alcanzar la escritura de un cuento. El efecto que produce esa combinación entre tensión y final impactante es lo que gusta al lector. Eso es lo que me gusta de todo esto, aunque parezcamos “onanistas-eyaculadores-precoces”.